La llamada Arquitectura Negra, recibe este nombre por el conjunto de sencillas edificaciones artesanales construidas en madera de roble y pizarra, los materiales más abundantes de la zona. La pizarra de laja, que sirve como muro y cubierta, otorga a las edificaciones una muy característica tonalidad oscura. Perfectamente adaptadas al duro clima de la zona, las construcciones tienen normalmente gruesos muros, grandes portones de madera y ventanas pequeñas orientadas hacia el sur.

En el interior de las casas se reserva un gran espacio a las cocinas, que disponen de enormes chimeneas y hornos colocados en el muro más expuesto a los fríos vientos del norte. El resto del espacio se reparte entre las personas y los productos de la tierra. La planta de arriba constituye un almacén para donde se guardarán la comida y leña para el invierno.

Los edificios para el ganado, como parte de las viviendas o como construcción aislada, tienen una enorme importancia en la Arquitectura Negra. Los cercados para el ganado también son muy característicos. Se tratan de muros de pizarra rematados por una hilera de lajas puestas en horizontal para evitar indeseables intrusos.

Los cobertizos aislados de montaña, que sirven para guarnecer material agrícola y ganado del duro invierno de la zona, son también construcciones muy características de la Arquitectura Negra.

Las iglesias y ermitas románicas de la Arquitectura Negra ofrecen una sencillez total. Los interiores casi sin decoración y generalmente encalados, ofrecen asientos de piedra en los muros y pequeños altares. Entre las iglesias de la Arquitectura Negra destacan la de Prádena de Atienza y la Iglesia de la Inmaculada Concepción de La Vereda abierta al culto en 2007 tras unas arduas obras de restauración.

Por su evidente valor etnográfico y arquitectónico, la Arquitectura Negra se encuentra en período de declaración como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.